miércoles, 6 de febrero de 2019

3. HUMO (Alex - texto)

Despierto. Siento la tierra fría y húmeda acariciar mi rostro. La cabeza me da vueltas. Intento moverme, pero mis músculos, entumecidos por el dolor, apenas responden. Me invade la confusión y una ligera sensación de angustia comienza a apoderarse de mis adentros. Trato de conservar la calma y pruebo a moverme de nuevo. Despacio, arrastro mis miembros por el barro con la intención de descubrir si aún siguen pegados a mi cuerpo. Puedo sentir como mis manos y pies se hunden en el barro y suspiro aliviado al descubrir que sigo de una pieza. No se oye nada, tan solo el ligero susurro de una suave brisa y el distante crepitar del fuego perturban este silencio mortal. Poco a poco voy recuperando movilidad, consigo incorporarme de rodillas y levanto la cabeza inseguro ante lo que mis ojos pudieran enfrentar. Lo que contemplo supera con creces mis horrores más profundos; a mi alrededor, en todas direcciones, se extiende un páramo de muerte y destrucción. Tan solo mi alma solitaria resiste, con un último aliento, frente a este paisaje de pesadilla salido de los mismísimos infiernos. Y entonces me pregunto por qué. Porque sigo aquí, respirando y con vida, y me llevo la mano al pecho. Noto su presencia e instantáneamente la tensión de mis músculos se relaja. Ahí sigue, colgado de mi cuello, el talismán sagrado con forma de sable: la hoja de fuego. El protector de la luz que sin duda me ha salvado de caer a los abismos de oscuridad donde todo lo demás ya ha sucumbido.

   Observo el horizonte, a lo lejos una columna de humo blanco se eleva hacia el cielo gris. Es la señal inequívoca de auxilio que empleamos entre las gentes de las montañas. Parece ser que alguien más sigue con vida en estas tierras arrasadas. Me incorporo con dificultad y, con paso tambaleante pero firme, me encamino decidido al encuentro de ese humo de esperanza. Después de todo, pudiera ser que al final haya podido pescar algo de fortuna en estas aguas revueltas de caos y locura.

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